El Cajón del Maipo alberga una rica y variada ictiofauna, con especies nativas únicas como el bagrecito, cuya existencia se ve amenazada por la introducción de truchas invasoras. Estos cambios en la población de peces reflejan un delicado equilibrio ecológico y subrayan la necesidad de proteger y estudiar a fondo los ecosistemas acuáticos de la comuna y la región.
Por Francisca Inostroza
Entre el estero El Manzano y el embalse El Yeso habita fauna nativa única, incluyendo diversas especies de flora y funga, pero poco se conoce de la vida íctica del Cajón. La ictiofauna, o conjunto de peces en una zona acuática, suele pasar desapercibida a pesar de su importancia en los ecosistemas.
En 1971, el Boletín del Museo Nacional de Historia Natural publicó el estudio «Ictiofauna del sistema hidrográfico del río Maipo«, señalando la presencia del bagrecito (Trichomycterus areolatus) y dos especies de truchas introducidas: la trucha café (Salmo trutta fario) y la trucha arcoíris (Salmo gairdnerii irideus).
A pesar de ser consideradas especies invasoras, tanto la trucha café – o fario- como la trucha arcoíris se han integrado al ecosistema del Cajón del Maipo y llevan habitando sus cuerpos de agua hace más de 50 años.
Intrusos acuáticos: el ascenso de las truchas en el Cajón del Maipo
Las dos especies de truchas que han establecido su dominio en las aguas del Cajón poseen una serie de características que las hacen fascinantes y, al mismo tiempo, amenazantes para el equilibrio ecológico de la región.
Estas truchas exhiben una apariencia exótica que las distingue de las especies nativas. La trucha café, con su tonalidad dorada y manchas oscuras, y la trucha arcoíris, con sus vivos colores que parecen sacados de un artístico cuadro de acuarela. Ambas pueden llegar a pesar más de 5 kilos con un tamaño que oscila entre los 20 a 40 centímetros.
Estas especies muestran un comportamiento ágil y enérgico en el agua. Se desplazan con gracia y rapidez, aprovechando las corrientes para buscar alimento y explorar su entorno. Dotadas de una voracidad insaciable, las truchas son depredadoras consumadas. Se alimentan principalmente de insectos, crustáceos y otros peces pequeños que encuentran a su paso. Su capacidad para detectar y capturar presas les otorga una ventaja competitiva que les permite prosperar en este entorno.
Claudio Quezada, Ingeniero ambiental y doctor en ecología, explica que el torrentoso río Maipo tiene dos peak de aumento de sus caudales, uno pluvial, en el que obtiene sus aguas de las lluvias, y otro con los deshielos de primavera. A esto se suma su alta pendiente, ya que desde la cordillera recorre cientos de kilómetros desde los 3 mil metros de altura hasta el nivel del mar. Esto genera condiciones que favorecen el crecimiento de salmones o truchas.
“Los salmónidos requieren de condiciones altísimas de oxigenación, lo que se puede encontrar en la parte alta del río Maipo. Todas las truchas que se colectan en la zona central del cauce principal son flacas y alargadas, lo que quiere decir que están luchando contra el ambiente que no es ideal. Como no pueden estar en el cauce principal, se refugian en los cauces laterales, como en el estero El Manzano”, describe Quezada. El refugiarse en los afluentes del Maipo los convierte en grandes depredadores de peces nativos. Además de este efecto de depredación directa, hay un efecto de competencia. Uno, por interferencia, donde consumen el alimento del pez nativo y otro, donde desplazan a la ictiofauna nativa de su hábitat, explica Quezada.
“Las partes altas de los ríos son lugares idóneos para las truchas porque no tienen ningún otro depredador nativo. Los ecosistemas originales de estas truchas tienen depredadores como los osos y aves, pero en Chile no tienen ningún control. Si un pez introducido llega a un lugar y se mantiene, empieza a reproducirse y luego a colonizar nuevos ambientes, estamos hablando de especies invasoras”, menciona el doctor en ecología.
La presencia de las dos especies de truchas plantea importantes desafíos para la conservación de la biodiversidad local, y Quezada subraya la necesidad de comprender mejor su impacto en el ecosistema acuático de esta región.
En el estudio de 1971, seis investigadores describieron todas las especies que pudieron registrar a lo largo de todo el río Maipo, entre el 26 de junio de 1968 y el 2 de agosto de 1969. En el Cajón registraron solo truchas y al bagrecito entre los sectores de las Melosas, Puente de Tierra, el Extravío, el Volcán, el Yeso, el Toyo, el estero Coyanco, las Monjas y en el Manzano.
“La trucha fario, que fue introducida con miras a explotarla industrialmente, ha sido sembrada en diversos puntos del país, pero posteriormente no se ha llevado control riguroso de sus logros colonizadores”, advirtieron en la década del 70’ los autores del estudio y agregaron que “su pesca se efectúa por parte de pescadores deportivos sin que ello signifique un aporte notable de proteínas a la dieta nacional”, describe el texto.
Gloria Arratia, investigadora ictióloga y profesora de la Universidad de Kansas de Estados Unidos, miembro de la Academia de Ciencias de Chile y miembro honorario de la Sociedad de Ictiología de Chile, explica que la única especie de pez nativo que podría competir contra las truchas sería la perca trucha o trucha criolla (Percichthys chilensis), pero esta no resiste la contaminación del río que generan las mineras y otras industrias.
“Si estas especies invasoras se quedan únicamente en la parte cordillerana del río y no bajan, entonces cumplen con su función deportiva. Así, se mantiene la población encerrada en un lugar, se cierra la salida al curso principal del río Maipo y se evita la presencia de estas truchas en el resto del río”, explica Arratia.
Por otro lado Arratia alerta que “en todos los afluentes del río Maipo, el pez más común es el bagrecito (Trichomycterus areolatus). Pero al abrir el estómago de una trucha, generalmente se encuentran varios de estos peces nativos”.
El bagrecito: sobreviviente y bioindicador
El bagrecito (Trichomycterus areolatus), tiene un intrigante estilo de vida nocturno. Durante la noche, emerge de su escondite y se embarca en una búsqueda de alimento. Su piel está equipada con células especializadas que detectan la mínima vibración en el agua, lo que le permite cazar insectos, pequeños crustáceos y otros invertebrados acuáticos en la penumbra.
Este pez prefiere las aguas claras y bien oxigenadas, las que suele habitar en corrientes rápidas y frías, es un animal acuático poco conocido de las aguas del Cajón, el que, además, corre un grave peligro ante la amenaza de las especies introducidas.
Generalmente, es un pez pequeño, alcanzando tamaños de hasta diez centímetros de longitud. Es una especie solitaria y territorial, que prefiere mantenerse oculta entre las rocas y la vegetación.
Además de su adaptación física, elbagrecitoha despertado interés en los científicos debido a su importancia en la evaluación de la calidad del agua. Al igual que otros peces, este bagre puede actuar como un bioindicador, reflejando cambios en la salud de los ecosistemas acuáticos. Sus respuestas a la contaminación y las alteraciones en el entorno proporcionan información valiosa para los estudios de ecología y conservación.
“Estos peces son los más comunes de encontrar, pero ahora tienen tamaños más pequeños, y en el cauce principal del río Mapocho, se han encontrado bagrecitos con hongos. Quizás no han desaparecido, pero se han reducido mucho y tienen algún grado de malformación. Yo he colectado peces ciegos. Si bien soportan las condiciones de esos ambientes, están con tal grado de incomodad, que probablemente están siendo eliminados de a poco”, explica Quezada.
Además, el ingeniero ambiental explica que la parte alta del Cajón tiene las mejores condiciones para que todavía se mantenga el bagrecito, pero en su mayoría es porque habitan en el fondo del lecho escondidos entre las piedras, “esto nos demuestra una situación trágica porque significa que cualquier pez nativo que no esté escondido, puede ser comido por las truchas”, menciona Quezada.
En un estudio publicado en 2007 en la Revista Chilena de Historia Natural, Beatriz Muñoz Donoso hace una comparación sobre la riqueza íctica en el río Maipo y señala que entre 1969 y 2003 “se ha evidenciado un cambio significativo en la fauna de peces de la zona”, explica la publicación.
“Si se analizan los factores que influyen en la pérdida de diversidad biológica en las especies de peces, los principales se deben a la contaminación de las aguas y a la fragmentación del hábitat. Estas situaciones se observan principalmente en la desembocadura de los ríos y en los lugares que habitan cerca de los esteros, donde es más evidente la pérdida de especies nativas en comparación con las introducidas”, explica Donoso en el texto.
El otro Tollo
El Toyo, pequeña localidad ubicada en el Cajón del Maipo, como su nombre lo dice, fue denominado debido al pez tollo de agua dulce (Diplomystes chilensis), endémico de Chile y que abundaba principalmente en los ríos y lagos de la región central del país, alcanzando una longitud de hasta 30 cm, pero del cual no se tiene registro hace más de 100 años.
“En la última publicación que realizamos en conjunto con Claudio Quezada, proponemos que esta especie sea considerada extinta. Sería la primera especie íctica chilena registrada como extinta”, comenta Arratia.
“Esta especie se caracterizaba por tener una piel muy sensible, con una serie de receptores gustativos, de tacto y quimiorreceptores, con los que sentían a través de la piel. Por lo tanto, con la contaminación del agua, este pez se siente atacado inmediatamente por la parte más externa que es su piel” menciona la ictióloga sobre esta especie.
“El tollo, por tanto, no fue capaz de tolerar el impacto ambiental que el bagrecito sigue resistiendo. Se puede decir categóricamente que los efectos de la contaminación del río se están haciendo sentir, porque ya tenemos una especie que se propone como extinta”, finaliza Arratia.
El futuro del ecosistema del Cajón del Maipo
Uno de los principales problemas a los que se enfrenta el río Maipo es volver a tener un régimen natural. En el Cajón, las aguas del Yeso se destinan para agua potable para Santiago, de la cual dependen alrededor de siete millones de personas. Esto implica que el régimen hidrológico es completamente distinto al natural, explica el ingeniero ambiental.
“Si pudiéramos pensar en volver a lo natural, lo más difícil es volver a tener agua suficiente en los ríos, y esa es una situación muy compleja porque estamos viviendo adeudados. La capacidad de carga que tienen la RM no soporta siete millones de personas”, menciona Quezada.
En entrevista con Revista Cajón del Maipo Sonia Reyes, seremi de Medio Ambiente de la Región Metropolitana, comentó que los peces e insectos son muy sensibles a la contaminación de las aguas y por eso los peces nativos están amenazados. “Una de las principales amenazas para la fauna íctica es la extracción de áridos, que no solamente altera físicamente el curso, profundidad y lecho del río, sino que aumenta la cantidad de sólidos suspendidos y turbidez, por eso algunas especies no pueden sobrevivir”, explicó en esa oportunidad.
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Por otro lado, Quezada alerta que la falta de datos de la fauna íctica en Chile es un gran desafío para los investigadores. “El bagrecito es uno de los peces más estudiados en Chile, pero hay muchos grupos y especies que están siendo omitidos, lo que refleja la falta de especialistas en este grupo de peces. Estamos subvalorando nuestra diversidad”, menciona.
Gloria Arratia explica que “estamos en el proceso de tratar de entender que es lo que ha pasado, cuál es la historia evolutiva del género del bagrecito. Entonces tenemos el conocimiento incompleto. No es que seamos flojos, pero no hay muchos ictiólogos. Además, hay que entender toda la geología, el ambiente y ecología ambiente, además del organismo en sí para poder estudiarlos. Tenemos aún muchas preguntas abiertas”.
En Chile no existen sistemas acuáticos protegidos, con excepción de aquellos incluidos dentro de las áreas silvestres protegidas del estado. El estudio de Muñoz explica que el desconocimiento, unido a la introducción de especies como las truchas, “anfibios y algunos mamíferos, y al progresivo deterioro del hábitat, principalmente por fragmentación y disminución de la calidad del agua ha ocasionado que la mayor parte de las especies nativas de peces de agua dulce se encuentren con algún grado de amenaza de conservación”.
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Ante este escenario, Arratia opina que solicitar tener un parque nacional en la zona es una primera instancia de protección, pero mientras no exista control sobre el origen de la contaminación de las aguas, todos los esfuerzos quedarán en el aire.
“Las mineras no pensaron en los ríos o un pequeño bagre, pero a lo largo del tiempo los cambios van a afectar a la población humana y mientras la gente no lo entienda, no vamos a tener éxito. No queremos que se acabe el agua y, por tanto, no podemos ignorar el proceso de desertificación natural, que si además le agregamos la contaminación química, más la contaminación de desechos humanos, no quedará mucho del río Maipo”, finaliza la investigadora.