Sagrado, raro y esquivo son algunos de los adjetivos utilizados para referirse al gato andino (Leopardus jacobita), una especie aún tan desconocida, que su distribución -dato básico de toda especie- todavía está descubriéndose. El último avistamiento de este felino realizado por un grupo de escaladores en septiembre de 2022 en el Alfalfal, cercano a una zona de interés minero, da cuenta de la compleja situación que vive el felino más amenazado de América. Algunos investigadores plantean que habría una población estable en el Cajón del Maipo.
Por Ignacio Pascual V.
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Todo ocurrió rápido. Fue cerca de las 9 am cuando un grupo de amigos escaladores amantes de la naturaleza -que ese día no pretendían escalara- en plena ruta G-345, conocida como camino al Alfalfal, tuvieron un cambio anímico inesperado y lo que en un principio fue extrañeza se transformó en un breve momento de euforia: vieron 2 adultos y 2 crías de gato andino.
“Fue majestuoso ver a un felino silvestre en su hábitat, ver cómo se movían super sigilosos sin ruido y ¡sin tirar ninguna piedra por las que se desplazaban! Tenían las orejas superromas, de cuerpo robusto y con una cola gigante y peluda. Se camuflaba de forma excelente, un segundo que desviabas la mirada y los perdías, ya no estaban, te lo juro”, dice Camilo Silva, autor del registro del 22 de septiembre de lo que podría ser una familia de gatos andinos.
El sitio donde fueron vistos estos animales está amenazado por el Proyecto Rubí de la minera transnacional Knauf que pretende ampliar la explotación de este yacimiento de yeso, proyectando su vida útil hasta 2082, en una zona de alto valor ecológico. De hecho, el Servicio de Evaluación Ambiental (SEA) metropolitano terminó anticipadamente el proceso de calificación del proyecto debido a la falta de información de especies presentes en la zona, entre estas, el gato andino. Sin embargo, se espera que la transnacional alemana vuelva a presentar el proyecto.
El gato andino es un felino extremadamente difícil de ver ya que habita solo en algunas zonas de la cordillera de Los Andes de Chile, Argentina, Perú y Bolivia. En todos estos países está en peligro de extinción debido al poco conocimiento que se tiene de la especie y la amenaza latente de la destrucción de su hábitat.
Si bien no hay una cifra exacta, según expertos habría menos de 500 individuos de gato andino en Chile y cerca de 1.400 individuos adultos en toda su distribución en Latinoamérica, de acuerdo con estimaciones realizadas por Alianza Gato Andino (AGA), organización multinacional que trabaja hace más de 20 años en la conservación de esta especie.
“Si destruyes las áreas en las que vive vas a generar un tremendo impacto sobre las poblaciones y es justamente en la montaña, que tiene ecosistemas super frágiles, donde les estamos metiendo minería e hidroeléctricas. Prácticamente en todo Los Andes hay algún lugar bajo amenaza por actividad humana, todo esto hace que las poblaciones del gato andino estén super amenazadas”, explica Nicolás Lagos, uno de los coordinadores de AGA en Chile, sobre este esquivo felino, uno de los más amenazados y desconocidos del mundo.
El awatiri malku: pastor de las montañas
El gato andino también recibe los nombres de qhoa, titi (aymara) y chinchay (quechua), nombres que dan cuenta de su antigua relación con los pueblos del altiplano, quienes lo consideran sagrado y un vehículo entre los pastores (awatiri en aymara) y las autoridades superiores: los espíritus de las montañas (mallku en aymara).
Un mito del altiplano dice que en los ojos de agua entre los bofedales altoandinos vive el qhoa, responsable de elevar los vapores de agua hasta el cielo y convertirlo en nubes. Cuando estas se transforman en tormentosa lluvia – lo que conocemos como el Invierno Altiplánico- “a lo lejos en el horizonte hay un felino volador que trae la lluvia, capaz de tirar granizo y agua con su orina y desde sus ojos disparar rayos. Algunas de las representaciones que han recabado historiadores y antropólogos, justamente simbolizan al qhoa como gato andino”, detalla Lagos.
Por otro lado, la antropóloga Natalia Giraldo, estudió de forma acuciosa la relación de los pueblos andinos con el felino. Entre la información que sistematizó en su investigación, está la canción del awatiri malku, la que habla de un felino pastor de las montañas al que los pastores le cantan para pedir fuerza y energía a este ser protector simbolizado por un gato andino. Dicha canción se canta en las ceremonias del floreo y la quilpa, ligadas a la prosperidad de la actividad ganadera altiplánica.
Durante años se pensó que este gato pequeño, pero de apariencia robusta; de hasta 6 kilogramos de peso; con una cola muy larga -que representa hasta un tercio de la longitud total del animal-; con 6 a 9 característicos anillos de tono gris alternados con franjas color café; habitaba exclusivamente en el altiplano entre los 3.500 a 4.000 msnm, lugar donde se han realizado, hasta ahora, todos los estudios para esta especie.
No obstante, desde que comenzó este siglo, los esfuerzos de investigación públicos y privados más la masificación de cámaras fotográficas, teléfonos celulares y la cada vez más frecuente presencia de escaladores, montañistas y turistas en la zona cordillerana de Chile central, ha tenido como una de sus consecuencias, el aumento de registros de este esquivo gato cada vez más al sur del altiplano y a menor altitud. El registro más austral de la especie se obtuvo en el Cajón del Maipo en Cascada de Las Ánimas en 2018.
“El gato andino tiene una distribución muy amplia, desde el extremo norte hasta la Región Metropolitana, pero dentro de toda esa área vive en roqueríos con vizcachas, una de sus presas principales. Entonces son pequeños porcentajes de esa área la que es apta para el gato. Yo creo que no va a pasar mucho tiempo para que sigamos conociendo su distribución más al sur”, explica Bernardo Segura, miembro de AGA y quien desarrolla un monitoreo de gato andino en la Sierra de Ramón en la RM.
Mediante cámaras trampa, Segura ha logrado registros de adultos y crías de este felino; documentó la marcación que hacen los gatos con sus garras en los árboles -particularmente en los frangeles-, identificó las letrinas en las que defecan; y lleva monitoreando hace un año a una madre con su cachorro, información nueva sobre el comportamiento de la especie en la zona centro. Segura sostiene la hipótesis de que el gato no se ha desplazado hacia el sur, sino que “siempre ha estado aquí, solo que ahora lo estamos viendo”.
Investigación y conservación contra reloj
Los registros que comenzaron a cambiar el paradigma sobre la distribución del gato andino comenzaron en Argentina a principios de los 2000 en Neuquén, a la altura de Temuco en territorio nacional. Aproximadamente 10 años después, en 2014, en Valle Nevado una persona fotografío un gato andino en pleno asfalto, mientras iba camino al conocido centro invernal, mientras que, en Coquimbo, la consultora Flora y Fauna Chile, también registró al felino. Posteriormente AGA consiguió registros en Valle Nevado y otras personas en Farellones.
Luego se supo de su presencia en Cascada de las Ánimas y meses más tarde hubo un registro, a partir del estudio de línea de base de una consultora, en el valle de Las Arenas, también en el Cajón del Maipo.
Al otro lado de la cordillera, en Argentina, ha habido registros de gato andino en Mendoza, San Rafael y Uspallata, localidades con latitud similar a los registros obtenidos en Chile. Pero también se ha establecido la presencia de gato andino en Malargüe, a la altura de Talca en Chile.
“Creo que pronto va a haber más registros en otros lugares, perfectamente puede llegar a la zona del valle del río Maule, porque ahí el hábitat es super bueno: hay vizcachas y rocas muy escarpadas”, plantea Segura, quién hace un año toma clases de escalada, ya que para llegar hasta donde vive el gato y poder instalar las cámaras de forma segura y precisa, tuvo que adquirir esta habilidad.
Consuelo Flores es escaladora, nació en Curicó, pero estudió en Santiago y de forma frecuente viene al cajón del Maipo a escalar, “allí están las mejores rocas de la RM”, dice. Una tarde de noviembre de 2018 y luego de terminar de escalar en el Valle de los Cóndores -zona amenazada por el proyecto Central Hidroeléctrica Los Cóndores-, a unos 2.100 msnm, vio un gato andino.
“Venía de vuelta de escalar, aún quedaba luz y vi pasar corriendo, a unos 5 metros de distancia, una vizcacha y detrás al gato, me quedé mirando la persecución que fue súper rápida. Quedé loca…”, detalla Flores a Revista Cajón del Maipo, quién fue testigo de la increíble habilidad de estos felinos para desplazarse y cazar en empinados riscos, gracias a la gran cola que poseen, la que utilizan como una suerte de contrapeso para mantener el equilibrio.
Otros registros de gato andino se dieron a conocer durante 2021 en el sector de Putaendo, en la Región de Valparaíso, en el contexto de la batalla legal por detener el proyecto minero Vizcachitas de Andes Cooper, en el que vecino del sector junto a académicos de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso presentaron un informe que dio cuenta de avistamientos en 2020 y 2021 en la zona de influencia del proyecto minero.
De forma paralela, en la RM se sumaron los registros de Segura en la Sierra de Ramón y este 2022 el inusual registro de El Alfalfal.
“Surgen muchas interrogantes, sobre todo con el registro de 4 gatos, eso es inaudito, nunca ha habido un registro así. Claramente en El Alfalfal hay un ambiente muy interesante para el gato. Se está abriendo un nuevo capítulo para su estudio en Chile central”, asegura Lagos, quién en sus más de 15 años estudiando al gato andino, nunca lo ha visto en persona; y agrega: “No me sorprendería que aparezcan más registros en otros sectores del Cajón”.
¿Población de gato andino en Cajón del Maipo?
Observar felinos silvestres de por sí es difícil debido a su sigilo y solitario deambular. Pero observar o registrar al gato andino es como dar con una aguja en un pajar, ya que, junto con sus hábitos crepusculares, esta especie tiene un uso del territorio diario de 45 a 65 km2 para el caso de un adulto, una cifra alta para un felino pequeño. Por ejemplo, el puma, el felino silvestre más grande del país, hace un uso promedio de 100 km2, el que puede llegar hasta incluso a los 500 km2.
Debido a su baja visibilidad al gato también lo llaman “el fantasma de Los Andes” y cada nuevo registro estremece a quienes los estudian para comprenderlo mejor. De hecho, la mayoría de los registros son obtenidos mediante cámaras trampa, las que se dejan por meses capturando imágenes de la fauna nativa. Han sido pocos los afortunados que han visto al gato directamente.
“Fui una por una revisando las fotos y de repente ¡pum!, aparece el gato andino. Le dije a mi primo ¡que llegó corriendo al minuto! Y los dos emocionadisimos nos quedamos viendo la foto. Se transformó en el registro más austral de Chile”, recuerda Chagual Orrego, quién monitorea al gato andino en el Santuario Cascada de las Ánimas desde que el Proyecto GEF Montaña junto a AGA instalaron en 2017 cámaras trampa en esa zona para el monitoreo de carnívoros silvestres.
No pensaron que el fantasma de Los Andes aparecería en las fotos de la cámara instalada a 1.800 msnm y tras los hallazgos en distintos puntos del Cajón, Orrego y los expertos de AGA sospechan que habría una población estable de gato andino en el Cajón del Maipo.
Este hallazgo fue una sorpresa tremenda, yo he caminado el Santuario entero y jamás imaginé que iba a ver una población de gato andino. Cuando apareció fue increíble y nos da un propósito de proteger este lugar de forma más intensa”, explica Kendra Ivelic, directora Refugio Animal Cascada, sobre el efecto del gato en el Santuario: desde que supieron de su presencia en la zona instalaron más cámaras. A la fecha han obtenido 8 registros de gato andino en el Santuario.
Hoy, los esfuerzos están por conseguir más registros de gatos y comenzar con el estudio de análisis genéticos, los que se realizan recolectando fecas frescas del felino, el que vendría a ser un segundo paso para su mayor comprensión en la zona central. Mientras tanto, los registros se tornan fundamentales para establecer áreas de monitoreo y de búsqueda.
En ese sentido, las y los escaladores comienzan a perfilarse como importantes aliados al momento de avistar gatos -como sucedió en El Alfalfal- debido a que su práctica deportiva se desarrolla en la misma zona donde habita el esquivo felino de los andes.
“Fue un momento único y hermoso, estoy muy agradecido de verlo. Yo sabía muy poco, no tenía idea que era difícil de ver. Fue súper emocionante, los videos lo dicen todo: yo ni pude grabar bien”, detalla Aron Romero, quien realizó una grabación con su teléfono celular de los gatos andinos ese día 22 de septiembre en El Alfalfal.
Foto Gato Andino (5 Andean cat photo), gentileza de Alianza Gato Andino.
Para Lagos esos registros son “superrelevantes porque son más ojos en la cordillera buscando al gato, pendientes de eso. La comunidad de escaladores es gente que se recrea, entrena y hace su vida en hábitat de gato andino. Muchas veces la gente piensa que la conservación la hacemos quienes trabajamos en ONGs o investigadores, pero con este registro queda en evidencia que la conservación la hacemos entre todos”, explica e invita a todos quienes tengan registros a hacerlos llegar a AGA y de esta manera, en conjunto, complementar el estudio de una especie en peligro de extinción y que habita mucho más cerca de lo que se pensaba.
*Foto de portada de Cristian Sepúlveda de Alianza Gato Andino (AGA)
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