Por más de 30 años, el Proyecto Manku, se ha dedicado a la conservación del cóndor andino realizando, a la fecha, la liberación de casi 100 individuos, junto con sistemáticas labores de investigación y educación ambiental. Gracias al compromiso de distintas instituciones, pero sobre todo de los voluntarios, cada año liberan de tres a cuatro cóndores. Sin embargo, aquella magnífica escena es solo un capítulo más de un trabajo arduo y constante a veces desapercibido.
Por Ignacio Pascual Varas
Volando el cóndor andino es majestuoso: sus tres metros de envergadura son una negra silueta suspendida en el cielo ataviada con un regio collar blanco y su espalda pareciera ser un destellante reflejo del sol. De cerca se nota que es el buitre más grande del mundo, sin canto, con la cabeza pelada y de un peso que va entre los 12 a 15 kilos gracias a los cadáveres que consume. Patas grises con una apariencia prehistórica y pupilas color fuego, así es el ave que por siglos ha fascinado a los pueblos que habitan la accidentada geografía que se desprende de la Cordillera de Los Andes.
Sus imponentes patas con largas garras, sumadas a su enorme tamaño, alimentaron durante la Colonia – e incluso hasta el día de hoy- la creencia de que el cóndor es capaz de cargar animales y llevarlos volando para luego devorarlos. Sin embargo, esto es solo un mito, ya que no tiene la capacidad de agarrar y sostener con sus patas. Por otro lado, su cabeza desprovista de plumaje da cuenta de su naturaleza necrófaga, gracias a su “calvicie” puede introducir su testa de forma limpia y certera en los cadáveres.
Y es que el cóndor andino (Vultur gryphus) es un limpiador, gracias a su existencia la cordillera es depurada de grandes cadáveres en descomposición, los que podrían dar paso a la proliferación de patógenos y contaminar el suelo y cursos de agua. No menos importante es su trascendencia cultural: en la cosmovisión andina el cóndor representa el espíritu de las montañas y debido a sus excepcionales cualidades para encumbrarse a más de 6 mil m s.n.m, es el único ser vivo capaz de conectar la tierra con el cielo, el mundo terrenal con el de los dioses. En la actualidad, cuatro países de nuestro continente tienen al cóndor andino en su escudo nacional: Chile, Bolivia, Colombia y Ecuador.
De Cóndor a Manku
El Proyecto Manku, palabra compuesta entre mañke y kuntur, nombre que recibe el cóndor en mapudungun y quechua, respectivamente; es un robusto proyecto de conservación reconocido a nivel internacional, que en la actualidad es coordinado y ejecutado por la Unión de Ornitólogos de Chile (AvesChile) y Fundación Meri, con el apoyo del Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces (CRAR), el Zoológico Nacional, Rewilding Chile (antes conocida como Tompkins Conservation Chile) y que se vincula con el Estado a través del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG).
Este proyecto, antes conocido como Proyecto Condor – con el ingreso de Fundación Meri como socio en 2019 pasó a llamarse Manku-, desde 1990 se dedica al estudio y conservación del cóndor andino, cuando se hicieron las primeras prospecciones en la Patagonia y en Chile central, realizando intensas campañas de educación ambiental. En buena medida, si alguna vez hemos visto o leído sobre liberaciones de cóndores en noticiarios o prensa es gracias a este proyecto y su afán por comunicar los problemas de conservación del ave nacional.
A la fecha han liberado cerca de 100 cóndores en los más de 30 años de existencia del proyecto. Puede parecer harto, pero en realidad es un número pequeño en términos de la población de cóndores que monitorean y estudian. “El gran aporte que hace este proyecto, más que estar liberando cóndores en una zona que ya tiene cóndores, es todo el trabajo colateral tanto de estudio como de divulgación de la problemática de conservación del cóndor andino”, explica Eduardo Pavez (56) , director de Proyecto Manku y uno de sus fundadores e impulsores desde 1990.
“Este proyecto al ser colaborativo suma todas estas alianzas y tiene mucho más alcance e impacto. A su vez, estamos reintroduciendo animales a una población que se está retrayendo y esperamos que se reproduzcan. Gracias a los transmisores satelitales que portan nosotros podemos seguir sus movimientos”, destaca Dominique Durand (44), directora ejecutiva de Proyecto Manku, lo que ha sido uno de los principales aportes de este proyecto, ya que gracias al seguimiento de las aves y trabajo de campo estudian la biología de la especie, el uso de hábitat, conducta social frente a la carroña y biología reproductiva.
Llegado el momento de las liberaciones, estas se dividen en dos etapas. La preliberación se realiza, desde 2019, en la Plataforma de Preliberación, la primera instalación permanente del país para estos fines, emplazada en la Reserva Elemental Likandes, ubicada camino a Lagunillas en la comuna de San José de Maipo. En este lugar los cóndores aptos para ser liberados pasan dos meses en una gran jaula conociendo su nuevo hábitat y recibiendo visitas de cóndores de vida libre del sector. Pasado ese tiempo, se procede a la liberación en Lagunillas.
Este lugar fue escogido, entre otras razones, porque el Cajón del Maipo es un núcleo muy importante de la población de cóndores de la zona central. “Hay cajones importantes para la alimentación como el cajón del río Yeso, el del río Maipo y el del río Colorado, ahí hay buitreras importantes, ahí está el famoso Mirador de cóndores”, explica Pavez y destaca que “toda la gente del Cajón tiene un vínculo territorial importante con el cóndor y por lo mismo son guardianes del ecosistema andino, guardianes del cóndor”.
En este sentido, una arista importantísima, a juicio de sus directores, es la educación. Para estos fines, el pasado seis de septiembre el proyecto Manku junto a Fundación Meri comenzaron con la tercera versión del programa de educación sobre cóndor andino, en el que realizan charlas, clases y actividades diseñadas para estudiantes de todos los establecimientos municipales de San José de Maipo. Durand es tajante: “La educación es la herramienta más poderosa para la conservación. Educar la mente e informar a la gente es lo más importante para que haya un futuro para las especies”, dice.
Evitar el ocaso del cóndor
Sin embargo, a pesar de su valor ecológico, simbólico y al importante trabajo de sensibilización, las poblaciones de cóndores andinos están disminuyendo y su principal causa es la falta de alimento. “Desde los últimos 40 años la población ganadera extensiva, que es la que produce las carroñas de las que se alimenta el cóndor, está disminuyendo de forma significativa”, explica Pavez.
Con poblaciones de guanacos -el principal herbívoro silvestre que provee de carroña al cóndor- diezmada históricamente en la zona central y en una lenta recuperación en la actualidad, la carroña de ganado se tornó fundamental para la supervivencia de esta ave. Por lo tanto, hoy están recurriendo a grandes rellenos sanitarios en la Región Metropolitana para alimentarse, como el relleno Loma Los Colorados, ubicado en Tiltil, al cual llega el 60% de la basura domiciliaria de Santiago.
La escena es penosa: esta ave declarada en 2006 como Monumento Natural, baja de la altura que como sociedad le dimos en lo alto del escudo nacional para buscar carroña entre la basura, impulsado por su irrefrenable instinto de supervivencia. “Los rellenos actúan como un subsidio a la alimentación del cóndor en invierno cuando no tienen otras opciones naturales en las montañas. Pero, por otra parte, implica riesgos porque pueden consumir elementos tóxicos, venenosos, plásticos o vidrios, que pueden causarles graves daños”, detalla Pavez.
El cóndor es un animal longevo y social, puede llegar a vivir más de 50 años y tiene una mortalidad muy baja, sin la intervención de su hábitat lo más probable es que muera de viejo. Pero, hay una muerte terrible para el cóndor producto de aquella trampa que algunas personas, en su necesidad y herederas de una cultura que desconectó al ser humano de la comprensión y respeto por las cadenas tróficas, le tienden a pumas, zorros y perros asilvestrados. Una trampa que no tiene como destinatario al cóndor, pero en la que cae, sin saber, de forma trágica y lastimosa: la carroña envenenada.
“Lo más triste, de esto está descrito y es bien sabido, es que todas las amenazas provienen de los seres humanos, nosotros somos la amenaza del cóndor. La más importante son los cebos tóxicos, que es cuando envenenan una carroña para así envenenar perros o pumas para que no ataquen al ganado”, explica Durand y agrega, “pero eso conlleva que se envenena toda la cadena”.
Al ser animales sociales y con una clara jerarquía, los adultos enseñan a los jóvenes a surcar diestramente el cielo, los guían a los mejores lugares para alimentarse y les enseñan el camino a las buitreras o condoreras, grandes murallones de roca donde se posan a descansar y nidificar. A la hora de comer se reúnen decenas de cóndores en torno a una carroña y la jerarquía vuelve a manifestarse: primero comen los machos y hembras adultas, luego, los juveniles. “Entonces, como los primeros en bajar son los adultos, se envenenan los núcleos reproductivos”, detalla Durand.
Esta práctica, ampliamente utilizada en el continente por ganaderos, es más habitual de lo que se piensa y es hoy la principal amenaza de esta ave. Se han registrado muertes de decenas de cóndores en todos los países en los que habitan, es decir, desde Venezuela y hasta el Cabo de Hornos. El caso más impactante del último tiempo ocurrió en febrero de 2021 cuando se informó de 34 cóndores muertos por envenenamiento en el sur de Bolivia.
“Acá en el Cajón, aún en pleno siglo XXI, la gente está encontrando cóndores envenenados en el Alfalfal, en el Yeso, en El Morado o en San Gabriel. Todos los años están pasando este tipo de cosas. Nosotros estamos haciendo un trabajo arduo para liberar tres o cuatro cóndores al año y estamos recogiendo la misma o mayor cantidad de cóndores envenenados, dañados o disparados” explica Mauricio Del Valle (50), director ejecutivo del Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces (CRAR), el primer centro oficial de rehabilitación de fauna silvestre en Chile, que desde 1991 recibe y rehabilita aves de todo el país para luego, si es posible, liberarlas.
Foto Del Valle, Durand, Pavez. De izquierda a derecha: Mauricio del Valle, director ejecutivo CRAR, Dominique Durand, directora ejecutiva Proyecto Manku y Eduardo Pavez, director Proyecto Manku
Según el Inventario Nacional de Especies de Chile del Ministerio de Medio Ambiente, el cóndor andino se encuentra en la categoría de especie “casi amenazada” (2019). Por otro lado, la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) lo cataloga como una especie “vulnerable” (2020) y con una población decreciente a nivel mundial.
¿Hacia dónde volarán los cóndores?
Pavez detalla que “por lejos, el grueso de la población de cóndores a nivel global está en Chile y Argentina. En Los Andes del norte sus poblaciones están muy desmedradas: está en peligro de extinción en Colombia, en Venezuela prácticamente se extinguió, en Ecuador está en peligro y empieza a aumentar la población en Perú y Bolivia”, especifica el ornitólogo experto en cóndores.
Esta distribución sitúa a Chile y Argentina como países privilegiados sobre los cuales recae una gran responsabilidad para asegurar la subsistencia del ave unificadora de Los Andes. De hecho, fue en el 2000 que surgió el Programa Binacional de Conservación del Cóndor Andino Chile -Argentina (PBCCA), ya que cóndores liberados en Chile se mueven hacia territorio argentino y viceversa, información conocida gracias a los datos de los transmisores que portan los individuos liberados.
“Los cóndores tienen tremendos rangos de desplazamientos, un cóndor en un día puede recorrer 300 a 350 km en línea recta”, asegura Pavez. Entonces, un cóndor liberado en el Cajón del Maipo meses después, puede estar radicado o sobrevolando Argentina, Colina, Tiltil o la región de O’Higgins. Su vuelo, increíblemente eficiente y aleteando poco más del 5% del tiempo, son es así de extensos gracias al uso de corrientes de aire ascendente que usan para elevarse, construyendo rutas de vuelo que utilizan con periodicidad para planear a sus anchas por el cielo.
No obstante, a lo largo de Chile hay núcleos poblacionales bien definidos, el más grande está en la Patagonia, en las regiones de Aysén y Magallanes, territorio que concentra cerca del 70% de la población de cóndores. Luego un 20% en la zona central, es decir, entre las regiones de Coquimbo y el Maule; un 5% en la zona norte, desde Arica y Parinacota hasta Atacama; y 5% en la zona sur, desde Biobío y hasta Los Lagos.
Vulturino, Lampa y Eclipse
La jornada del primer día de septiembre comenzó temprano. Desde el CRAR el grupo compuesto por voluntarios del centro de rehabilitación liderados por Pavez, Del Valle y Durand, trasladaron a los tres cóndores ,que este año serán liberados en el Cajón del Maipo a fines del mes de octubre, si todo sale acorde al plan. Ellos son Vulturino, Lampa y Eclipse. Con su liberación, ya serán 12 los cóndores liberados en el Cajón del Maipo por Proyecto Manku.
Un día radiante en la reserva Elemental Likanes recibió a la comitiva que trasladó desde Talagante hasta San José de Maipo a los tres cóndores. Tras algunos ajustes menores en la jaula de preliberación, como sombrearla con malla, limpiarla y reforzar algunos tablones; los tres cóndores fueron ingresados al que será su hogar temporal hasta que se sumen a los cientos de cóndores que sobrevuelan el Cajón del Maipo.
Luego de dos meses, en los que son monitoreados a la distancia por voluntarios asegurándose de su bienestar y adaptación al medio, son liberados, como en el caso de Vulturino, un cóndor macho adulto que llegó de pichón al CRAR, encontrado en Farellones en manos de arrieros que lo cuidaron por un tiempo, y que hoy a sus cinco años, se prepara para su eventual liberación. Pero también hay individuos cuya historia comienza en un nido resguardado por sus progenitores y tutelado sigilosamente por humanos.
Un 14 de diciembre hace dos años, cuando en Temuco la gente miraba el cielo con gafas oscuras esperando la muerte del sol, en el CRAR un huevo comenzó a abrirse, ese día nació un cóndor cuyos padres no pueden ser liberados, pero que son parte de las seis parejas reproductoras de cóndores que han criado ejemplares sanos y fuertes, gracias al trabajo de los voluntarios del CRAR, que luego son liberados. Ese día nació Eclipse.
“Nosotros lo conocemos desde huevo, somos testigos de todo el proceso de crianza, pero evitamos transitar esos lugares una vez que hay polluelos y realizamos cambio de agua y alimentación con esa precaución”, detalla Del Valle sobre la actitud que deben adoptar los voluntarios en el centro de rehabilitación para evitar a toda costa que el trajín diario entre las distintas jaulas provoque que los cóndores se impronten, es decir, que vean al ser humano como un igual, como un padre o madre, como su referente, e inclusive, en la etapa de madurez sexual, como una pareja.
“Por ningún motivo podemos liberar cóndores improntados, ya que, esa conducta suele ser irreversible y probablemente nunca se va a relacionar adecuadamente con otros cóndores. Incluso cuando tenga hambre, va a estar buscando a la gente” explica tajante Pavez. De hecho en el CRAR realizan “ejercicios de rechazo” que consisten en asustar a propósito a los cóndores para recordarles “que los humanos no somos amigos, no somos de fiar”, agrega Pavez con un tono tan severo como profesional.
Junto a Eclipse y Vulturino, está Lampa un cóndor hembra juvenil rehabilitada, encontrada sin poder volar con signos de intoxicación por pesticidas en la localidad homónima. Lampa y Eclipse han demostrado cualidades físicas y psíquicas óptimas. Sobre Vulturino, a pesar de su correcta interacción con los de su especie, pesan algunas dudas debido a su pasado en contacto con humanos.
Al ser introducidos en la jaula de preliberación, se les deja tranquilos y se nos conmina a todos los presentes a retroceder para que los cóndores no se inquieten y reconozcan como propio el recinto, en el que se les dejó una carroña y agua. Al salir rápidamente estas enormes aves hicieron uso de una gran percha. Primero subió Vulturino, luego fueron abiertas las puertas de las cajas de transporte de Eclipse y Lampa.
El despegue vertical que realizó Eclipse fue la clara evidencia de su vigorosa musculatura: levantó en línea recta sus más de 10 kilos hasta posarse en el tronco. Lampa, luego de la salida del equipo de Manku, decidida comenzó a alimentarse, motivando a sus compañeros. Tras la reja, las sonrisas de los presentes eran notoria. Pavez aún dentro de la jaula junto a Del Valle abriendo las cajas, se remite a coronar la escena con una frase que en su simpleza esconde la satisfacción de saber que todo el esfuerzo estaba, una vez más, rindiendo los frutos esperados: “¡Eso se llama fuerza!”.
“El trabajo lo hacen los voluntarios, ellos son, como lo he dicho siempre, nuestra materia prima y están en peligro de extinción porque nadie quiere trabajar gratis. Pero pese a todo el trabajo, el pago final es esto, ser testigos, ser parte de la liberación”, remarca Del Valle sobre el esfuerzo mancomunado de voluntarios e instituciones privadas y públicas, un trabajo a ratos desapercibido alejado por la mayoría de la sociedad. Con un estoico compromiso, desde San José de Maipo, Proyecto Manku aporta con su grano de arena para que las generaciones presentes y futuras puedan maravillarse con el señor de los cielos sudamericanos y comprometerse con su cuidado y conservación.
“Me encantaría que este proyecto sirva para enamorar a la gente de su emblema nacional, que lo protejan, lo cuiden y lo gocen. Que salgan a la cordillera a verlo”, comenta con convicción y alegría Durand.
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