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Cortacorrientes, el grácil pato de los ríos cordilleranos amenazado por la intervención de sus cauces

Conocido también como pato correntino, pato forzudo o pato de los torrentes, esta esbelta ave de casi 50 cm de largo es un caso único en Chile y, a nivel mundial, es una de las cinco especies de patos que viven en los torrentosos ríos de montaña. Su impresionante nado es un verdadero espectáculo, al igual que el estricto cuidado de sus crías. Sin embargo, la progresiva intervención de los ríos amenaza su persistencia en el planeta.

Por Ignacio Pascual V.

Para todo aquel que sepa observar los ríos del Cajón del Maipo y la vida que albergan, no pasa desapercibido el pato cortacorrientes, una excepcional ave nadadora que resalta por sus llamativos colores y sobre todo por sus fascinantes arremetidas contra la corriente del río, la misma que desafía a los kayakistas más experimentados del mundo.

“Es un pato totalmente adaptado y con un dimorfismo sexual muy marcado. El macho es de color negro con blanco, un patrón de coloración bastante parecido a las espumas en los torrentes. Y la hembra tiene una coloración grisácea y rojiza, que es mucho menos conspicua y con la que se mimetiza con las rocas”, explica el ornitólogo Eduardo Pavez, quién fue presidente de la Unión de Ornitólogos de Chile entre 2013 y 2019.

Pato cortacorrientes hembra. Fotografía de Eduardo Pavez

Las diferencias de plumaje descritas por Pavez también reflejan distintas conductas: durante el período de reproducción los machos son muy territoriales y se exponen en las rocas islas de los ríos. En cambio, la hembra se encarga de la incubación y se oculta entre rocas y vegetación para cuidar de forma mucho más estrecha a los pichones.

El pato cortacorrientes (Merganetta armata) es un ave que habita exclusivamente en los ríos con corrientes rápidas que bajan de la cordillera de Los Andes. Se distribuye ampliamente desde Venezuela y hasta la Patagonia, con una densidad poblacional naturalmente baja y de forma fragmentada, ya que prefiere ríos de aguas claras, aunque puede vivir en aguas más turbias -producto del deshielo- durante primavera y verano.

Tanto su conducta como anatomía están adaptadas a los ríos cordilleranos, un hábitat muy hostil en el que se desenvuelve con total naturalidad y gracia, a pesar de la fuerza de la corriente. Tiene un cuerpo esbelto y muy hidrodinámico en comparación con otros patos, posee patas palmípedas grandes de un llamativo color rojo y levemente desplazadas hacia atrás, las que le otorgan la fuerza de propulsión necesaria para, como dice su nombre, nadar cortando la corriente.

Por otro lado, sus alas son más cortas que las de otras especies de anátidos, pero esto no impide que el cortacorriente vuele, desplazamiento que realiza por lo general a ras de río, “de hecho su capacidad de vuelo ha sido poco estudiada”, comenta la veterinaria y doctora en Medicina de Conservación, Melanie Duclós, quien estudió esta especie en la cuenca del río Cachapoal, en la Región de O’Higgins , y agrega que “lo otro que logramos ver es que estos patos vuelan de noche. Y se elevan como si fueran cóndores: toman altura girando y ¡pum!, se tiran hacia abajo a otro lugar. ¡De que vuelan, vuelan!”.

De hecho, el investigador y doctor en Biología argentino, Gerardo Cerón, publicó en 2016 en la revista de la Sociedad de Ornitología Neotropical los resultados de una investigación en la que registró a un pato macho que se desplazó más de 80km siguiendo cuerpos de agua, “lo que es bastaaaante para un pato”, agrega Duclós.

¡Cuidado, está armado!

Por lo general las crías, cachorros y polluelos evocan ternura y fragilidad. El caso de los polluelos de pato cortacorrientes no es la excepción, pero junto con ser unos polluelos de aspecto esponjoso de color gris, desde recién nacidos comienzan con intensas clases de natación guiados por los adultos. El río no da tregua y los patos lo saben: son capaces de nadar con gran destreza y alimentarse por sí mismos desde pequeños, al poco tiempo de nacer abandonan el nido para entregarse a los torrentes tutelados por sus padres.

Macho adulto y cría en el Cajón del Maipo. Fotografía de Paula Wolff Paillapi (@pwpfoto)

Los nidos, con cuatro a cinco huevos por cada temporada, son el secreto mejor guardado de la pareja de adultos, el que construyen en los tramos de río más calmos y abiertos en cavidades en roqueríos, acarreos de rocas y hoyos en los barrancos en las riberas que tengan abundante vegetación.

Después de formar parejas, entre junio y julio, en agosto ya están los nidos con huevos y aproximadamente un mes más tarde, en septiembre, nuevos patos cortacorrientes rompen el cascarón. “El cuidado biparental que es estricto, es el periodo más sensible y dura tres meses. Ahora bien, estos animales se reproducen hasta marzo e inclusive abril, yo he visto pollitos pequeños en marzo”, afirma Duclós, dando cuenta del extenso periodo de reproducción de esta especie.

Tras la incubación y cuando los polluelos ya han adquirido algo de independencia, la hembra realiza un cambio completo de las plumas de sus alas: pierde totalmente la capacidad de vuelo y “el macho no se aleja porque está protegiendo, al parecer se alternan para realizar esta muda y mantener alguna capacidad de defensa. Si bien sólo la hembra incuba, a la hora de cuidar a los pollos el macho se pone los pantalones (risas)” detalla Duclós.

Familia de patos cortacorrientes en el Cajón del Maipo. Foto de Paula Wolff Paillapi.

Para esta defensa, el cortacorrientes cuenta con un arma de carácter disuasivo poco conocida y difícil de ver a simple vista: una espícula o espolón en sus alas. “Machos y hembras tienen un espolón rojo en el hombro, el que está más desarrollado en los machos. Esta fue una de las características que llamó la atención de los científicos y que dio origen al nombre en latín: armata viene de arma”, describe Pavez esta fascinante estructura, que es de color negro y a medida que los patos crecen se va tornando roja.

Por otro lado, su dieta consiste en macroinvertebrados bentónicos, insectos y larvas subacuáticas de distintas especies, que viven en las rocas, recurso también utilizado por truchas y por esto muy conocidas también por los pescadores con mosca, quienes saben que la presencia del cortacorrientes es un indicador de una posible buena pesca. Pero también de un río sano.

“Muchas de las especies de insectos que consume el pato son sensibles a la contaminación, por lo tanto, la presencia de patos quiere decir que hay comida, y si hay comida es porque el río no está contaminado. De alguna manera el pato refleja la salud de nuestra montaña, si está saludable vamos a tener cortacorrientes, si la montaña se enferma, no van a haber, explica el también doctor en Ciencias Silvoagropecuarias, Eduardo Pavez.

Ilustración Claudio Gay: Ilustración de pato cortacorrientes de Claudio Gay, presente en el Tomo II del “Atlas de la Historia Física y Política de Chile” (1854).

Sin bien el cortacorrientes no tiene un depredador claro, aun así tiende a escabullirse cuando algún rapaz sobrevuela el río, ya que su naturaleza tímida y sensible a los disturbios lo mantienen constantemente alerta. Un comportamiento indispensable si consideramos el dinámico e imprevisible ecosistema que habita. Si a los humanos nos preocupan los aluviones y su capacidad destructiva, las crecidas de los ríos son la principal amenaza del pato cortacorrientes.

Ni mucha ni poca agua: el equilibrio es la clave

Los ríos favorables para el pato cortacorrientes deben tener pendiente, alta velocidad del agua, alimento, rocas islas, vegetación y estar libres de contaminación. En su búsqueda del mejor hogar para vivir, el pato sube y baja la cordillera durante las distintas estaciones del año, por esta razón su distribución altitudinal va entre los 300 a 4.000 msnm, llegando incluso a vivir a nivel del mar -en la Patagonia chilena- si las condiciones del río lo permiten. Pero su distribución en promedio en la zona central es en torno a los 2.500 msnm, al igual que en el Cajón del Maipo.

Si bien este pato fue descrito en 1842 y a la fecha hay varios estudios sobre su ecología, hábitat y distribución, la información existente no está actualizada, sobre todo en lo relacionado a las amenazas que le causamos los seres humanos, en particular la intervención y destrucción de su hábitat por mineras e hidroeléctricas (factor antrópico directo). Pero también, por el impacto de factores como el calentamiento global, el acelerado derretimiento de los glaciares y lluvias repentinas (factor antrópico indirecto).

Crías en roca en el río. Foto de Paula Wolff Paillapi.

“Otras de las amenazas de los polluelos, esto no está muy estudiado, pero al parecer la trucha arcoíris también podría depredar a los polluelos cuando son pequeños. Esta especie tiene pocos depredadores naturales, como viven en ríos torrentosos y ocupan rocas islas, tiene pocas probabilidades de que los depreden”, detalla Duclós.

“Hay mucho por investigar sobre todo del impacto de las amenazas antrópicas. Esta es una especie superespecializada, no hay muchas de este tipo, solo hay cinco en el mundo y en Chile tenemos dos subespecies de pato cortacorrientes”, explica Duclós. Desde Venezuela y hasta la Patagonia existen seis subespecies de pato cortacorrientes, las que se habrían originado por el aislamiento en el periodo de las glaciaciones, cuyas diferencias son algunos patrones de su plumaje y tamaño.

En Chile las dos subespecies –Merganetta armata armata y Merganetta armata berlepschi- están en la categoría de conservación Casi Amenazadas, rebajadas en 2015 desde Vulnerable a la categoría actual. La primera habita ampliamente desde la Región de Atacama y hasta la Patagonia, mientras que berlepschi habita sólo en la Región de Arica y Parinacota.

Para Duclós, esta especie debería volver a la categoría Vulnerable “porque si haces un mapeo de todos los ríos de la cordillera de Los Andes que tienen bocatomas e hidroeléctricas, pocos ríos se salvan. Estamos quitándole hábitat permanentemente, generando un impacto acumulativo y relegándolo a brazos de río que no dan para que todos se alimenten o establezcan familias”, argumenta la doctora.

Según el Reglamento de Clasificación de Especies (RCE), una especie está Casi Amenazada cuando “ha sido evaluado según los criterios y no satisface, actualmente, los criterios para En Peligro Crítico, En Peligro o Vulnerable; pero está próximo a satisfacer los criterios, o posiblemente los satisfaga en el futuro cercano”. A nivel mundial, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) lo cataloga como una especie de Preocupación Menor, sin embargo, su población estimada entre 13 mil a 23 mil individuos adultos está decreciendo.

De por sí los ríos de la cordillera central son dinámicos y presentan variaciones de caudal durante el año, de turbiedad y de velocidad en sus distintos tramos, dependiendo de qué tan ancha es la caja del río y de la pendiente. En este sentido, el crecimiento repentino del caudal puede afectar de forma severa al cortacorrientes. De los cinco polluelos, en promedio, que crían los adultos, no todos llegan a la adultez: “La mortalidad es alta en esta especie, es usual que la corriente se lleve a las crías. Se ha visto en estudios que las poblaciones bajan dramáticamente después de las crecidas y les cuesta aproximadamente dos a tres años recuperarse”, explica Pavez.

Tanto las crecidas del río producto del calentamiento global, pero también del agua que sueltan las hidroeléctricas debido a requerimientos de la empresa; como la disminución del caudal por la captación de aguas de las bocatomas y la disminución del recurso por efecto del derretimiento acelerado de los glaciares, complican la persistencia del pato en el planeta, “vamos a ver si el pato puede o no aguantar eso”, agrega Pavez con tono de preocupación.

“Las bocatomas le cambian el caudal al río y la velocidad, al disminuir estas dos variables aumenta la temperatura y la cantidad de algas y eso ya cambió toda la ecología del río”, específica Pavez, quien por décadas se ha dedicado al estudio de los ecosistemas cordilleranos y las especies que lo habitan.

Por otro lado, durante su trabajo de campo Duclós fue testigo del dramático efecto que tienen las bocatomas: “Bajo bocatomas no hay patos, sobre bocatomas hay patos. Si en un río ponen bocatomas, chao pato…

¿Qué podemos hacer?

La reducción de las principales amenazas del pato cortacorrientes parecieran tener una dimensión inabarcable para una persona, sin embargo, la participación ciudadana en las calificaciones de proyectos hidroeléctricos, la demanda de un proyecto país sustentable y hacer llegar a los tomadores de decisiones esta inquietud, pueden cambiar el paradigma de desarrollo que amenaza a esta especie, pero que también afecta los ecosistemas de los cuales dependemos para vivir.

Familia de patos cortacorrientes. Foto de Eduardo Pavez.

Con la llegada del verano es usual que miles de personas concurran al Cajón del Maipo a refrescarse en sus ríos y pozones. Coincidente con el aumento del turismo en verano, están los patos cortacorrientes criando a sus polluelos. Ante esta situación, guardar distancia, alejarse si uno ve familias de patos en la cercanía, no dejar basura o restos de nylon de pesca y respetar la naturaleza, sirve para colaborar con su protección.

“Si hay un lugar que el pato utiliza frecuentemente y uno se puede correr unos 100 o 200 metros, sirve. Pero no solo las personas naturales tenemos responsabilidad, hay mucha responsabilidad empresarial de generar barreras al construir caminos o al instalar empresas. Ojalá las bocatomas cumplieran con los caudales mínimos y los movimientos de limpieza de las riberas para evitar aludes consideraran al pato y los frágiles ecosistemas de montaña al momento de ejecutarse”, plantea Duclós.

Junto a estas acciones, la educación sobre la biodiversidad es fundamental, así como tomar conciencia de la increíble oportunidad de admirar y comprender los ecosistemas de montaña y las increíbles especies que lo componen.

Hembra y dos crías. Foto de Paula Wolff Paillapi (@pwpfoto).

“El pato cortacorrientes es una de las aves más características de la cordillera de Los Andes y es tan andino y característico como el cóndor. Además, es una de las especies más bellas de nuestra fauna, ¡son unas joyas! Cuidemos nuestros ríos y disfrutemos de estos lugares tan hermosos y característicos. La Cordillera es una característica que imprime en la geografía una esencia y espíritu único”, reflexiona Pavez, quién es también director de Proyecto Manku, dedicado a la conservación y educación sobre el cóndor andino.

*Foto de portada de Eduardo Pavez

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