Tomás Ulloa Galdames (51) lleva más de la mitad de su vida siendo guardaparque de Conaf. Lo que comenzó como un curso de viverización de tres meses, se transformó en un compromiso de 30 años. Su misión: ser guardián de la naturaleza y a su vez recibir, educar y proteger a los más de 10 mil visitantes que anualmente llegan hasta el Monumento Natural el Morado.
Tomás Ulloa: “Si volviera a nacer sería un guardaparques de nuevo, ¡no lo dudaría ni por un instante!”
Por Cristián Valderrama
Cada 30 de septiembre – desde 2016 – se celebra el Día Nacional de las y los Guardaparques, conmemorando la conformación del primer cuerpo de guardaparques tras la creación de la Reserva Nacional Malleco, en 1907, la primera de Chile.
Esta fecha rinde homenaje a la labor incansable y comprometida de quienes dedican su vida a la conservación y protección de los Parques Nacionales y áreas silvestres del país. Estos hombres y mujeres son los guardianes de la biodiversidad y los paisajes naturales que forman parte del patrimonio de Chile, trabajando día a día para preservar la flora, fauna y ecosistemas que enriquecen nuestra nación.
Su esfuerzo y dedicación también está enfocado en la educación ambiental y el turismo sostenible, convirtiéndose en un pilar fundamental para el desarrollo y la preservación de nuestro entorno.
Revista Cajón del Maipo conversó con Tomás Ulloa (51) , quien con una gran pasión y compromiso ha dedicado su vida a la conservación y protección de la naturaleza en el Monumento Natural el Morado, que este 2024 cumplió medio siglo como área protegida.
“En noviembre de 1992 participé en un curso de tres meses de viveros forestales en el sector de Las Vertientes que impartía Conaf a través de Sence. En 1993 realicé la práctica en el vivero de Río Clarillo y quedé trabajando ahí y luego me contrataron como personal permanente. En septiembre de ese mismo año el administrador del Monumento Natural El Morado, Luis Guillermo Bravo, me ofreció postular a guardaparques del lugar, pues necesitaban urgente cubrir ese cupo pues quien lo ejercía se había retirado recientemente. ¡Era un desafío personal muy grande!”, recuerda Tomás Ulloa, sobre cómo se convirtió en guardaparques hace ya tres décadas.
–¿Cuáles son las principales responsabilidades de un guardaparques en su día a día?
-La labor principal de un guardaparques es la preservación, conservación y mantención de las áreas protegidas en Chile, que suman un total de 107, entre Parques Nacionales, Monumentos Naturales y Reservas Nacionales, entre otras y donde el Estado tiene la administración de estos terrenos a través de Conaf, necesitando personal, para hacerse cargo.
Entre las labores del Guardaparques está la atención de público, el patrullaje, la educación e interpretación del paisaje, la educación ambiental, se trabaja en talleres internos, se recibe a colegios e instituciones tanto gubernamentales como privadas.Es muy amplio el trabajo, incluyendo también la construcción de señalética, el apoyo de rescates, control de amenazas, etcétera.
– Se tiene la impresión de que la labor del Guardaparque es algo “solitaria”… ¿Qué tan cierto es eso?
-Hay Guardaparques que trabajan solos en áreas protegidas, de una semana a 12 días seguidos, dependiendo de los turnos. La realidad de la Región Metropolitana es bien distinta a otras regiones, como por ejemplo en el sur, en Cabo de Hornos, Aysén o Magallanes. En mi caso, me toca recibir a gran cantidad de público, así como a investigadores, científicos, andinistas y excursionistas.
– ¿Cómo ha cambiado su trabajo a lo largo del tiempo? ¿Qué tipo de herramientas o tecnología utilizan los guardaparques para realizar su trabajo?
-Cuando llegamos a El Morado prácticamente reconstruimos la administración, que hasta 1993 estuvo al frente del sector que se llama Las Amarillas, en la parte baja de El Morado, cerca del Río Volcán. Después, nos cambiamos a la explanada al frente de Baños Morales, y en 1994 construimos una pasarela de madera con la que pudimos dar forma a la unidad.
En relación a la tecnología, claro que nos ha ayudado. En temas de comunicaciones ha hecho que sea más efectiva, a que los tiempos de respuesta ante un accidente o una emergencia, sean más rápidos. Antiguamente por ejemplo, teníamos un radio que comunicaba con Santiago porque era más difícil contactar a los Carabineros de acá, que estaban a 21 kms, ¡imagínese! Hoy contamos con teléfonos, internet y equipos de radio de última tecnología.
– ¿Qué temporada es la más difícil de sobrellevar, y qué desafíos enfrenta en su trabajo durante ésta?
– “¡Este año el invierno no nos dio tregua! Los últimos 15 años fueron malos por el tema de la sequía, pero este 2024 fue bastante “bueno”, en el sentido que cayó mucha nieve, pese a que nos botó infraestructura y nos haya dejado un par de días incomunicados. La acumulación de nieve al interior ayuda a que el glaciar de la zona no presente tanto deterioro. En sí, el invierno es la temporada más compleja, pero no deja de ser tampoco el verano, pues la gente viene con muchas ganas de caminar, de hacer trekking, y muchas veces viene muy mal preparada, por lo que hay que estar siempre alerta”.
Fue tal la insistencia del invierno y de sus nevazones, que en julio de este año la conmemoración de los 50 años de la creación del Monumento Natural El Morado tuvo que celebrarse en el santuario de la Naturaleza San Francisco de Lagunillas y Quillayal, ya que El Morado tenía cerca de 10 centímetro de nieve.
Guardián del encuentro con la naturaleza
– Me imagino que con todos estos años, ya es reconocido tanto en el sector de Baños Morales como en el Cajón del Maipo, relacionándose con los vecinos y la comunidad. ¿Qué tan importante es este aspecto en su labor?
-Como todo vecino, nos costó en un principio desarrollar ciertas relaciones con las personas, pues por algún tiempo tuvimos que construir un camino por Baños Morales para poder llegar a la estación, por lo que hubo ciertos inconvenientes, no tan graves, con gente que no estaba de acuerdo. A medida que fue pasando el tiempo, se dieron cuenta que esto era una vía de desarrollo para ellos también, porque empezó a llegar más gente a Baños Morales, pues quien viene a El Morado pasa por ahí y es un aporte económico a la comunidad.
Hoy, tenemos con los vecinos una muy buena relación. Existe un trabajo y un compromiso institucional que es de participación y vinculación comunitaria, integrando a las personas a diversas actividades, participando por ejemplo del Consejo Consultivo del Monumento Nacional El Morado, por ejemplo. De esta forma, llevamos las inquietudes de los vecinos a las autoridades.
– ¿Cuál ha sido la experiencia más memorable o gratificante que ha tenido en su rol como guardaparques?
Uno de los recuerdos más lindos fue cuando un niño me felicitó por mi trabajo, es de lo más lindo que me ha tocado. Los niños no mienten pues, lo dicen desde el corazón. También me encanta trabajar día a día con la comunidad, con los científicos, investigadores, dando a conocer la unidad y el trabajo que se lleva a cabo.
El cóndor abrigado
El año pasado Conaf publicó Relatos de las áreas silvestres protegidas de Chile, libro que relata 16 historias recopiladas por distintos guardaparques de Chile. Una poco conocida veta literaria de Ulloa dio forma al relato El cóndor abrigado:
[…] Antonio vivía en la bonita localidad de Lo Valdés desde los años sesenta. Todas las mañanas, al dirigirse al trabajo, miraba hacia el cielo. Según él, volar era lo máximo para un ser en esta tierra y, cada vez que observaba a las aves en el cielo, pensaba en cómo poder atrapar a una de ellas para que lo llevara por los aires y poder tener el gran privilegio que tienen estas criaturas emplumadas. Su única preocupación era el hecho de que no usaran más que su plumaje y ninguna otra prenda para no morir de frío en el invierno, así como nosotros. ‘¿Usarán ropa o algún abrigo?’, se preguntaba.
– ¿Qué me puede contar sobre este relato que escribió?
-Creo que cada guardaparque, a medida que va conociendo su área protegida y a los vecinos, va generando un contacto del cual se va nutriendo de diversas y distintas maneras. En mi caso, la historia del libro trata de un cóndor que usaba un poncho, pero va más allá, porque fue don Antonio Lobos, el tata, como le decía, con quien me quedaba conversando hasta altas horas de la madrugada en su pensión, donde viví los primeros meses al llegar a trabajar a El Morado. Compartimos mucho y él me contaba muchas historias y en el libro cuento uno de sus relatos. Una vez más, la vinculación con el medio fue crucial. Siempre lo he dicho: nuestros vecinos son nuestros mejores aliados, se aprende mucho de ellos y yo estoy feliz de haber podido ser la voz del Cajón en ese libro.
– ¿Qué mensaje le gustaría transmitir a la sociedad sobre la importancia de los guardaparques y la conservación de la naturaleza?
-Nosotros como guardaparques no podemos transitar solos, necesitamos de la comunidad, por lo que los invito a conocernos, a saber más de las áreas protegidas, de la flora y la fauna que nos rodea. Este es un trabajo maravilloso. Si volviera a nacer, sería un guardaparques de nuevo, ¡no lo dudaría ni por un instante! Siempre estaré feliz de recibirlos.