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Presidente de la Asociación Gremial de Guías Locales Cajón del Maipo, Yerko Inostroza relata su primer ascenso al volcán San José

“Comencé a llorar… la realidad escapaba complemente a mi imaginación”

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Texto y Fotos: Yerko Inostroza

Volcán San Jose… Desde que vi por primera vez a ese gigante, internándome por la ruta en dirección al pueblito El Volcán, quedé asombrado por su magnificencia. Esto ocurrió hace 8 años, cuando venía recién llegando a habitar este territorio Cajón del Maipo, yo era proveniente de Quillota. Por supuesto que en ese momento nunca se me pasó por la cabeza pensar que algún día estaría en su cumbre, pero nadie sabe de las vueltas de la vida.

Junto a Gregorio Fernández y Pablo Salgado, dos socios de la Asociación Gremial de Guías Locales Cajón del Maipo, comenzamos el sueño de subir ese tremendo volcán, la fecha escogida fue el miércoles 3 de marzo 2021.

Cómo dijo Gregorio, lo más difícil es el comienzo, hacer coincidir nuestros tiempos y espacios para coordinar la fecha. Hasta que llegó el día, comenzando a caminar a las 8:00 am, desde el sector del cabrerío en dirección noreste, rombo al hermoso Valle de la Engorda. A las 12:00 pm llegamos al místico refugio Plantat, allí Gregorio me daría una gran lección de vida. Nos dijo que iba a llegar hasta allí para que siguiéramos solos junto a Pablo en dirección a la soñada cumbre. Tuvo razones personales para hacerlo, pero su humildad para tomar esa decisión me conmovió. Como viejo zorro, sacó su cafetera y preparó el mejor café de grano que he disfrutado, mirando la conmovedora imagen de ese lugar. A las 14:00 pm retomamos el sendero, ahora solos con Pablo, nos despedimos de Gregorio, quién pasaría allí esa noche. Subimos muy rápido, yo iba muy atento y conectado con mi cuerpo para detectar cualquier anomalía. La mayor altura geográfica que había experimentado previo a esta expedición, eran 3.500 metros, en el campamento base del cerro Piuquencillo, muy lejos de los 5.856 msnm que tiene la cumbre del volcán San Jose.

A las 17:00 pm encontramos un buen lugar para pasar la primera noche, esto fue a los 4.100 metros aproximadamente, en un sector con arena y una laguna cercana, había muchos salta montes en el sector, por lo que bautizamos esa laguna como “laguna del saltamontes”. Había un flujo de agua, así que teníamos todo lo que necesitábamos. El día nos despidió con un atardecer espectacular, recuerdo haber visto muchas veces, desde Baños Morales, el atardecer reflejado en el volcán y sus colores asombrosos.

La segunda jornada comenzó caminando a las 09:50 am, el sendero ya había cambiado, al frente teníamos una tremenda pared de glaciar cubierta con capas de tierra, brotaba agua por todas partes, era algo muy esperanzador para los difíciles tiempos de sequia que vivimos en el territorio. En el camino, en el último sector donde podíamos sacar agua, nos encontramos con una pareja de personas. Yo, con mi mala memoria, no recuerdo sus nombres, pero les llamaremos Aurora y Ángel. Ellos llevaban cerca de 10 días recorriendo el volcán, aclimatando y disfrutando. Cuando les encontramos, me sorprendió la cantidad de comida y equipo que tenían, eran realmente los guardianes del volcán a esa altura, me trasmitían mucha paz y serenidad. Nos despedimos por un momento, ya que nos encontraríamos nuevamente en lo que sería nuestro campamento 2.

A las 17:30 pm llegamos a lo que sería nuestro segundo campamento, a los 4.800 metros de altura. En un sector de pircas, al costado norte de una gran lengua glaciar que desciende desde lo alto del volcán. En este sector, armando la carpa, me sentí mareado y comprendí que estábamos alto y debía cuidar mis movimientos.

El volcán nos regalo otro atardecer espectacular, descansamos temprano para descansar y preparar nuestro intento de cumbre al día siguiente. A las 01:00 am desperté por el viento, que golpeaba con fuerza la carpa, en realidad no pude conciliar bien el sueño esa noche, por las ansias y la altura. Me pegué una profunda rezada, pidiéndole a Dios, nos regalara buen clima. Y fui escuchado, el viento se detuvo cerca de las 03:00 am, por lo que ahora sí que se venía lo más exigente de la expedición.

A las 04:00 am comenzamos a caminar los últimos 1.000 metros que nos separaban de la cumbre. A los pocos minutos de partir, tuvimos que equiparnos con los crampones y piolet, para avanzar sobre la nieve y el glaciar que nos recibiría metros más arriba. Sentí muy dura esta parte, me detuve muchas veces, tratando de recuperar el aliento. Luego de 4 horas, llegamos al comienzo de la llamada falsa cumbre. En ese sector tuve una experiencia realmente inolvidable y nueva. Mi alma, cuerpo y cerebro estaban totalmente desconectados, me sentía cansado como nunca en mi vida y la respiración me costaba demasiado, estaba comenzando a dolerme la cabeza y estaba agotadísimo. Pensé, hasta aquí llegué nomás, y le dije a Pablo que fuera solo a la cumbre y que yo lo esperaba allí sentado. Pablo me dijo que no seguiría sin mí, que debía mejorar mi respiración y conectar mi cuerpo con mi cerebro. Me levantó psicológicamente, y en ese momento comencé a llorar. No sabría explicar bien porque lloré, pero creo que fue la mezcla de emociones, de pensar que llegaría hasta allí, hasta levantarme y dar el siguiente paso.

De allí en adelante, cada paso fue una victoria, y los pasos me llevaron a ver con mis propios ojos el cráter. Un ojo del volcán, gigante, con mucha nieve por su lado oeste, estratos por el lado norte y fumarolas por el lado este. El olor a azufre era muy intenso. Tuvimos que atravesar el cráter de norte a sur para, luego de un rato, poder llegar por fin a la cumbre chilena del volcán, a los 5.856 metros sobre el nivel del mar. La panorámica era impactante, recuerdo que muchas veces la había imaginado, pero la realidad escapaba de mi imaginación.

En la cumbre tuvimos 15 minutos para contemplar y descansar. El paisaje era conmovedor, el cielo estaba despejado por lo que teníamos una panorámica de 360 grados. Pasado este tiempo, comencé a sentir un fuerte dolor de cabeza, náuseas, indigestión y cansancio extremo… estaba experimentando por primera vez en la vida, la puna.

Comenzamos a descender rápidamente, y en 3 horas estábamos en el campamento, ya de regreso. Al llegar, Aurora y Ángel nos recibieron con unos buenos mates, fue lejos el mejor mate que he disfrutado en mi vida. Compartimos un rato, almorzamos y nos tiramos a descansar en la carpa. Despertamos de una merecida siesta a las 17:00 pm, levantamos el campamento y una hora después, estábamos comenzando nuestro descenso. Bajamos rápidamente, y a las 21:00 pm llegamos al refugio Plantat, lugar que nos recibiría con toda su magia y acogida. Allí nos encontramos con otras personas que estaban comenzando sus expediciones y que pasarían la noche también allí, tuvimos una buena conversación a cielo abierto y descansamos. A la mañana siguiente, siendo ya sábado 3 de marzo, despertamos y disfrutamos toda la mañana en el lugar. Estábamos solos y tuvimos tiempo para reflexionar lo vivido, mirando la cumbre que habíamos logrado un día antes.

A las 12:00 pm comenzamos el descenso hacia el cabrerío, y a las 14:30 pm llegamos por fin. Allí nos encontramos con un corredor, llamado Alejandro, quién amablemente nos llevó hasta El Ingenio de regreso. Terminamos esta historia sanos y a salvo, llenos de alegría y muy agradecidos de esta maravillosa experiencia.

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