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Las historias detrás de los misteriosos petroglifos de Las Melosas

Desperdigados en las piedras que desde las cumbres de los cerros miran hacia el cielo, curiosos petroglifos orientados hacia las estrellas son iluminados por la luz de la luna y el sol. A pesar de que su existencia pasa desapercibida para los actuales cajoninos, estos grabados en piedra corresponderían a imágenes que guiaron a antiguos cazadores recolectores en su trashumancia por el territorio e inevitablemente evocan las preguntas: ¿quiénes fueron? ¿Quiénes somos?


Por Ignacio Pascual Varas
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“Durante nuestras exploraciones por el Cajón del Maipo, fuimos casualmente informados por un obrero caminero, don Héctor Molina, sobre la existencia de ‘piedras con monitos’”. Así informó en 1969 la arqueóloga Jacqueline Madrid (1926-2021) en el estudio que dio a conocer el sitio arqueológico Petroglifos del Cerro Los Ratones, uno de los más estudiados de la comuna, pero aún desconocido por la comunidad.


Ubicado en Las Melosas los petroglifos se encuentran sobre la superficie horizontal de un grupo de rocas incrustadas en una ladera muy inclinada del cerro. En total son cuatro plataformas de roca con los trazos realizados por antiguas manos cajoninas.

Jacqueline Madrid al centro con sombrero, sentada junto a la arqueóloga francesa Annette Laming-Emperaire. (Foto de Sociedad Chilena de Arqueología)


Más de medio siglo después de la publicación del documento, nos dirigimos como Revista Cajón del Maipo (RCM) al sitio descrito por Madrid guiados por Claudio Pérez, geógrafo y magister en Antropología de la Universidad de Chile y CEO de Eduprisma, empresa emergente que transforma el trabajo de organizaciones y personas en productos y servicios educativos con impacto ambiental, social y económico. Claudio es a su vez un amante de los petroglifos que pretende ponerlos en valor.


“Cuando los ves pasa algo inexplicable: sensaciones y latidos que se aceleran, se siente una alegría e indudablemente para mi es una buena energía que me ha acompañado desde que los vi por primera vez”, explica Pérez, quien llegó por razones laborales a San José de Maipo y debido a su curiosidad indagó sobre la presencia de petroglifos en la comuna y dio con el paper de Madrid que lo guió hasta los macizos de roca.


A pesar del encuentro casual del sitio descrito por Madrid, este se ubica a dos kilómetros de otro sitio estudiado por la arqueóloga, el Caletón de Piedra Los Queltehues, donde la investigadora encontró restos cerámicos pertenecientes a la cultura Aconcagua. Posteriores investigaciones hallaron cerámica Inca Local y resto de herramientas líticas del período Arcaico (10.000 a.p – 3.700 a.p) , como cuchillos de sílice, puntas de proyectil y lascas de obsidiana.


Para el caso del sitio Los Ratones, algunas de las preguntas y propuestas que Madrid planteó 1969 sugieren el uso de estos símbolos como indicadores, ya que se encuentran en un lugar de paso para proseguir el camino desde Argentina hacia el valle central, la costa y hacia los ríos Colorado y Aconcagua, pero también hacia el santuario incaico del Cerro el Plomo, dando cuenta quizás de un uso ritual.

Foto de Claudio Pérez


“Por la ubicación de las rocas y los petroglifos, podríamos decir que estos tuvieron funciones de tipo cúltico, posiblemente con el fin de obtener caza […] Los grupos étnicos deben haber practicado la transhumancia”, planteó la investigadora y agregó que “el shaman o jefe del grupo, ¿habría tenido preferencia de acceso y ejecución de los glifos, concentrado con sus poderes de magia simpática, para conjurar en signo “Círculo” la posibilidad de cercar animales dentro de un corral hecho de arbustos o dentro de un cerco humano que se va cerrando con el mismo propósito?”


Hasta la fecha aún no se ha podido establecer qué cultura o grupo humano realizó estos petroglifos. Los antecedentes sobre los chiquillanes, planteaba Madrid, eran aún insuficientes. Otras investigaciones adjudican la autoría a los Aconcaguas, e inclusive a Diaguitas e Incas.

Lámina 1 de la investigación de Jacqueline Madrid publicada en el Acta del Quinto Congreso Nacional de Arqueología desarrollado en La Serena.

En este sentido, según el trabajo de investigación de Blanco, Maza & Peñaloza, presente en el Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino de 2015, en estos petroglifos se puede ver y estudiar una superposición de culturas y un diálogo a través de la piedra, ya que existen diferentes capas de grabados con distintas técnicas y motivos.


En ese estudio también se detalla otro petroglifo próximo a los descritos décadas antes por Madrid, que las autoras denominaron “Los Luchos”, el que hallaron durante las prospecciones en terreno.

Petroglifos de “Los Luchos”

Aun así, son más las preguntas que las respuestas en torno a estos desconocidos petroglifos en la comuna. Su desconocimiento y las preguntas que evocan, son para Pérez el capital para generar un vínculo nuevo con sus antiguos autores :“Tenemos una oportunidad como sociedad, porque si bien este no es nuestro origen, sí podemos reconocerlo y refundarnos en una identidad territorial que sí conecte con su ancestralidad”.


Pero, ¿cómo generar la conexión con los antiguos habitantes cuyas huellas sobreviven en las duras rocas de la cordillera? ¿Cómo establecer una relación cotidiana con símbolos del pasado aún desconocidos y a ratos inentendibles? Pérez ve en las economías creativas un vehículo para estos fines: “Yo propongo que trabajemos en este lugar para que sea un símbolo del Cajón del Maipo”, comenta con entusiasmo la idea fuerza de lo que hoy es Maipo Rupestre, proyecto de Eduprisma para relevar los petroglifos de la comuna.

“Como se aprecia en la figura, se han impuesto sobre el panel varios motivos y rayas que tiene por propósito la ‘extirpación’ de esta idolatría, proceso colonizador del imaginario bien conocido en el área andina. En amarillo se nota una cruz potenzada […] y en rojo, un repaso posterior que agrega un pedestal o ‘calvario’ y una nueva cruz más simple”. Extracto de Memoria inscrita. Arte rupestre de contacto, integración y dominación en el centro-sur de Chile, ( Blanco, Maza & Peñaloza).


La puesta en valor de los petroglifos: de la roca a la arcilla


Valeria González es ceramista hace un lustro. Amante del Cajón, su profunda conexión con este territorio se remonta a la pasión de su padre, José Manuel Gregorio González De la Vega, antiguo andinista pionero de este deporte en la década del 60’ y miembro del Cuerpo de Socorro Andino, quien falleció tempranamente a los 29 años haciendo lo que más le gustaba: aventurarse en la cordillera.


Muy próximos en el tiempo, mientras González de la Vega recorría la cordillera como andinista, Jacqueline Madrid, recorría el mismo territorio intentando entender los vestigios de sus antiguos habitantes.


“Él está en el cerro Arenas, sus cenizas fueron vertidas allí y siempre que baja el Raco o corre una brisa que levanta polvo y remueve el entorno, siento que él está ahí, porque él ahora es parte de este lugar. De ahí viene esta relación muy romántica y profunda”, comenta González con evidente alegría.


Décadas más tarde, durante 2022, la pasión por el Cajón juntó a Pérez – quién trabaja también en el Observatorio Pailalén- con González para trabajar en un proyecto para el observatorio. Sin embargo, en las conversaciones anexas afloraron los petroglifos y cuando “Claudio me mostró los paper de Madrid a mí me generó tanta curiosidad y entusiasmo por estos símbolos tan desconocidos que ¡me explotó la cabeza! Comencé a investigar y sumergirme en este tema que me apasionó”, detalla la ceramista.

Tras ese encuentro, González comenzó a crear piezas de cerámica grabadas y dibujadas con los petroglifos de Los Ratones, “es importante traer al presente el trabajo de estos individuos que nos preceden y que nos entregaron estos símbolos, ya que son nuestra historia”, explica González.
Las piezas trabajadas de forma manual son “imperfectamente perfectas” como describe su creadora y poseen una terminación vitrificada, las que permiten que sean objetos perfectamente funcionales. “Yo quiero que los diseños de los petroglifos estén en las mesas, en las comidas, en el jarro del jugo y en la taza del café, porque de esa manera esta historia que cuentan la llevamos al cotidiano para que haya un interés que nazca en la vida diaria”, ejemplifica González.


En este sentido, tanto para Pérez como para González, difundir y darle un sentido cotidiano a estos símbolos cumple una función de protección mediante la socialización, pero también de reforzar la identidad cajonina, frente a la llegada de artesanías o manualidades provenientes de otras zonas y culturas, a veces poco relacionadas con la cordillera de San José de Maipo.


“Cuando uno va a Pomaire, te llevas un cacharro de greda; cuando vas a Chimbarongo, te llevas mimbre; cuando vas al norte chico, vez los petroglifos; pero cuando vienes al Cajón, ¿qué te llevas? Una piedra… no te llevas cultura, no te llevas identidad”, reflexiona González.

Por otro lado, y siendo realista, dice la artesana ceramista, “estos petroglifos podrían perderse, podría llegar una minera o un desprendimiento de rocas, pero eso escapa un poco de las manos de uno. Pero lo que sí está en mis manos es justamente plasmarlos y darlos a conocer. A la gente le impresionan los grabados y les impacta que sean tan desconocidos”.


Por su parte Pérez agrega de forma severa que el sitio Los Ratones – que no cuenta con ningún tipo de protección legal-, está muy amenazado, incluso por un turismo desregulado o algún inescrupuloso que llegara adulterar los petroglifos y “si desaparecen, es un universo de contenidos, una cosmovisión la que perderíamos. También creo que hay una deuda histórica de Chile con su patrimonio arqueológico y este sitio es ejemplo de ello”.

Por de pronto, Maipo Rupestre da a conocer mediante sus redes sociales sus travesías y hallazgos para que en un futuro próximo, tal como lo realiza actualmente González, difundir a través de distintos medios y actividades este desconocido universo de símbolos del Cajón.
¿Quiénes fueron las o los autores de estos símbolos? ¿Por qué lo hicieron? ¿Qué significaron para ellos? ¿Qué significan para nosotros? Son más las preguntas que las respuestas y ese es el primer paso para crear, imaginar y redescubrir en conjunto un olvidado fragmento de la identidad cajonina.

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