Nací mujer hace casi 60 años, en un Santiago de Chile provincial, machista y gris. Mi linaje femenino materno lo componen mujeres que fueron progresistas para su tiempo. Julia, mi abuela materna, que le gustaba mucho la literatura, con una gran memoria, capaz de recitar un libro completo de poemas, quiso ser abogada al igual que su padre. A principios del siglo XX era muy difícil que pudiera lograrlo. Se casó y tuvo tres hijas, Carmen, mi madre, la mayor de ellas, quién soñaba con ser reportera de guerra y logró estudiar Periodismo en la Universidad de Chile, aunque sus padres se opusieron a esta decisión. Soy la mayor de cinco hermanas, la presencia femenina en nuestra familia es fuerte. Con orgullo y alegría soy madre de tres luchadoras mujeres.
Columna: Marisol Zaccarelli Vergara
Mi linaje femenino paterno, me lleva a Europa, a Italia, a familias de migrantes que huían de la Primera Guerra Mundial. Mi nonna Matilde, mujer emprendedora de la época, viajaba en barco a comprar ropa y accesorios para mujeres, que eran la última moda en París, vendiéndolas en su tienda en la calle San Antonio, en el centro de Santiago.
Estos últimos años me he ido encontrando con mi historia y con mujeres que me han acompañado en este camino de descubrir cuál es nuestra misión en este mundo, por qué estamos aquí, por qué nos reunimos y caminamos junto a otros y a otras en etapas de nuestra vida.
Desde el Trabajo Social, he ido profundizando en el ser comunidad y la importancia de los territorios, partiendo por nuestro cuerpo, reconocerlo y quererlo, ser la única lideresa de él, escuchar mi ser interno primero, entre otros aprendizajes.
Luego he ido encontrando territorios geográficos que van del mar a la montaña y de la montaña al mar.
Es así como hoy, con mi compañero, estamos en el Cajón del Maipo. Un territorio no es solamente la geografía relacionada con la naturaleza, sino que también la humana, quienes habitamos el territorio.
En este territorio Cajón del Maipo me he encontrado con mujeres luchadoras en el ámbito social y político. Han surgido organizaciones feministas como el Colectivo Vamos Mujer, la Mesa de la Mujer, Crisálidas, entre otras, que viven y creen en la sororidad. Todas ellas, día a día trabajan y luchan por un país más justo y solidario.
Nos acercamos al 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, que ha sido conmemorado en nuestro territorio, desde hace algunos años por numerosas organizaciones comunitarias, promoviendo espacios de reflexión y realizando una marcha de protesta y visibilización de las mujeres y las injusticias que vivimos.
Recuerdo el 8 de marzo de 2020, nuestra amiga, la profesora cajonina Leonor León Laborde estaba en Chile, en su querido San Pepe. Después de haber logrado huir de la tortura, con ayuda de un sacerdote canadiense, se fue al exilio a Otawa. Ella pasaba el verano en Chile y el invierno en Canadá. Después de un accidente, a sus 90 años, caminaba con la ayuda de un burrito, ese día insistió en ir a la marcha y en sostener con su mano izquierda el lienzo que nos identificaba. Ese año no pudo regresar en la fecha que acostumbraba, luego de muchos vuelos suspendidos, en octubre pudo viajar. Aprovechó que el 11 de septiembre estaba en su pueblo, fue al memorial de la plaza y por primera vez compartió su testimonio de represión y tortura desde el año 1973.
La escuché por última vez, cuando me llamó para saber cómo estábamos, luego del aluvión que afectó a nuestra comuna. Tres días después supe que había partido de este mundo, desde esas tierras del Norte.
Otra mujer de la cual quiero recuperar su memoria, es Olga Poblete, feminista, luchadora por los Derechos Humanos y la Paz de los pueblos, fundadora junto a otros jóvenes del Club Andino de Chile con sede en Lagunillas, Educadora y por esas cosas de la vida, mi suegra.
Ella junto a otras mujeres, comenzaron a conmemorar con actos masivos, marchas y otras manifestaciones el 8 de marzo, desde el año 1974, a meses del Golpe Militar y del inicio de la dictadura.
Este 8 de marzo lo conmemoramos en un año de inmensos desafíos para nuestro país, estamos escribiendo una Nueva Constitución y el 11 de marzo asume el presidente de la República, Gabriel Boric Font.
Quisiera terminar este artículo con las palabras de Olga Poblete en el final de su libro Una Mujer Elena Caffarena1 por la vigencia que tienen hoy.
“Además, escribí pensando en nuestras jóvenes a quiénes les arrebataron los años más fértiles de su desarrollo y definición como personas.
El disciplinamiento de la mujer para servir sin réplica los roles consagrados por el patriarcalismo y reforzado con los diecisiete años de dictatoriales, ensombrecieron aún más su capacidad y voluntad de ser.
Tenemos que apoyar a estas jóvenes generaciones, contribuir por todos los medios posibles a proveerlas de un amplio saber y una fuerte y severa voluntad. Les aguardan profundos remezones socioculturales, sacrificios y dolores, tanto como los que han ido quedando atrás. Sin embargo, cada vez, cada día, se da otro paso que aproxima el final de túnel. Se abrirá el espacio nuevo en el que mujeres y hombres juntos construyan la nueva estructura global equitativa y redentora de la persona humana en su totalidad, sin discriminaciones, ni sexismos”.
1 Editorial Cuarto Propio, Chile, julio 1993.
